Armando mi alacena saludable: Primeros pasos

Si hay algo que no podemos dejar de hacer, además de respirar, es alimentarnos. Pero cuando decimos alimentarnos hablamos de nutrirnos, de ser conscientes de qué es lo que le estamos dando a nuestro cuerpo para que funcione correctamente.

Nuestro cuerpo, es nuestra máquina, la que nos lleva y nos trae todos los días de nuestra vida y que no podemos reemplazar por un modelo más nuevo, como lo hacemos con los autos. Deberíamos nutrir nuestro organismo con alimentos de buena calidad, de alto valor biológico, naturales y sin productos refinados, acercarnos nuevamente a los alimentos que brinda la naturaleza en su estado más puro posible.

Uno de los primeros pasos que podemos dar hacia una alimentación saludable es el de volver a cocinar en casa para nosotros y los que nos rodean; alimentar y nutrir es siempre un acto de amor, hacia uno mismo y hacia los demás. La cocina casera es el primer escalón del cambio.

Con esto no decimos que hay que tirar todo lo que tenemos en la alacena, ni hacer cambios abruptos en la alimentación de un día para el otro, porque los cambios de hábitos llevan tiempo para que sean duraderos y si hace tiempo que venimos alimentándonos con comida procesada, productos refinados y llenos de químicos y conservantes a nuestro cuerpo le va a llevar un tiempo desaprender esos viejos hábitos y adquirir los nuevos.

¿Cómo empezar?

Una manera simple de empezar a cambiar nuestra alimentación hacia una más saludable es la de hacer pequeños cambios en nuestra alacena, cambiando alimentos refinados por sus versiones integrales, ya que aquellos alimentos que en su origen no eran blancos y llegan a nosotros blancos y refinados es debido a que fueron sometidos a una cantidad de procesos químicos e industriales con el único fin de que duren más tiempo en la góndola, quitándoles sus nutrientes básicos (fibra, minerales y vitaminas naturales) y agregándoles conservantes, estabilizantes, colorantes y demás productos que nuestro cuerpo no necesita y que a la larga terminaran enfermándonos.

Podríamos comenzar por cambiar:

  • Azúcar refinado por azúcar integral o azúcar mascabo. El azúcar mascabo es la primer extracción de la caña de azúcar, sin ningún tipo de proceso químico, mientras que el azúcar integral es el segundo paso de la obtención del azúcar para que se vea en forma de pequeños cristales y todavía conserva sus minerales y nutrientes.
  • Harinas blancas por harinas integrales. Las harinas integrales que se venden en el supermercado son harinas blancas con agregado de salvado de trigo. Lo ideal es comprar directamente en dietéticas o tiendas naturales, y que sean harinas integrales desde su origen y sin aditivos.
  • Arroz blanco por arroces integrales. Hoy en día se encuentran en las tiendas naturales todo tipo de arroces integrales, largo fino, yamaní, salvaje. El arroz integral conserva su fibra y sus minerales.
  • Aceites refinados por aceites de primera prensada. Los aceites de primera prensada mantienen sus propiedades organolépticas intactas y son grasas buenas para nuestro organismo.
  • Productos enlatados por naturales. Los enlatados tienen gran cantidad de sodio escondido y la mayoría también tienen conservantes y estabilizantes químicos, podemos reemplazarlos por productos congelados sin aditivos ni conservantes (arvejas, choclos, zanahorias) y por legumbres naturales (lentejas, porotos, garbanzos).

¿Qué productos incorporar en mayor medida?

Legumbres y granos integrales.

Son una gran fuente de nutrientes de alta calidad, proteína vegetal y minerales. Una lista de los básicos infaltables en nuestra alacena incluye: lentejas, arvejas deshidratadas, garbanzos, porotos negros y colorados, porotos aduki, porotos mung, quinoa, arroz integral, avena, amaranto, cebada, trigo sarraceno y mijo. Siempre es recomendable remojarlos con gran cantidad de agua durante toda la noche, al dia siguiente quitar el agua de remojo y cocinarlos con unas tiritas de alga kombu (este proceso hace que sus nutrientes estén más disponibles y sean más asimilables en la digestión, y el alga ayuda a neutralizar los gases que podrían generarse en los procesos digestivos).

Frutos secos.

Todas las nueces, almendras, castañas de cajú, maní y pistachos aportan grasas buenas a nuestro organismo, necesarias para el correcto funcionamiento de muchos de los procesos celulares que suceden a diario en nuestro cuerpo. Siempre es mejor guardarlos en la heladera, ya que por su alto contenido de aceites puede suceder que un golpe de calor o la exposición al sol, haga que se pongan rancios y en consecuencia se vuelvan tóxicos para nuestro hígado.

Vegetales y frutas de estación.

La naturaleza nos ofrece en cada época del año diferentes vegetales y frutas de estación según en qué región del mundo vivamos. Existen vegetales de primavera, de verano, de otoño y de invierno, que son los que deberíamos consumir en mayor cantidad en cada momento. Aprender cuáles son las frutas y verduras de estación nos ayudará a estar en consonancia con la naturaleza, a comer más variado y hará que nuestro cuerpo asimile mejor los cambios de estación, enfermándose menos. No es un capricho de la naturaleza sino su sabiduría la que nos enseña qué debemos comer. Recuperemos el instinto y escuchemos lo que la tierra tiene para ofrecernos en cada estación, miremos a los árboles y aprendamos de ellos que se despojan de sus hojas en otoño, nutren su raíces en invierno para florecer en primavera y luego disfrutar del calor del verano, para nuevamente, volver a empezar.

Hierbas y especias.

Albahaca, tomillo, romero, orégano, menta, eneldo, salvia y estragón, curry, cúrcuma, pimentón, pimienta, jengibre, fenogreco, comino, canela, clavo de olor y anís son algunas de las hierbas y especias que podemos sumar a nuestros platos. La cocina saludable carga con el estigma de ser aburrida y sin sabor, yo los invito a que sumen a sus platos hierbas frescas y nuevas especias que nunca hayan usado, prueben combinaciones y encuentren su preferida.

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